miércoles, 15 de febrero de 2012

Los ojos de Picasso



El alma de Picasso era un cristal vibrante… hasta el infinito. En sus años de mocedad estaba muy sensibilizado hacia el infortunio de los seres humanos, se identificaba con los débiles, aterido de frió y mal nutrido como ellos, que es históricamente la situación ideal en que el genio percibe ese magnetismo que le impulsa a realizar la obra maestra.

Entre 1901 y 1904, en que desarrolla la Epoca Azul, vivió en Barcelona y París, mantenido más por la fuerza de su espíritu y por una voluntad inflexible, que por los menguados medios materiales que le llevarían a arrojar al fuego sus propias obras para calentarse.

En aquel estudio de la barcelonesa Ribera de San Juan, que compartía con Ángel Fernández de Soto, el Joven Picasso salía en busca de las almas dolientes, provisto de su cuaderno de dibujo, eligiendo como modelos a mendigos, alcohólicos, ciegos…

Y así en esta profundidad de sentimiento, los ciegos atraen su atención.

Rafael Alberti le escribe un agudo y precioso poema a los ojos de Picasso:

“Siempre es todo ojos

No te quita los ojos.

Se come las palabras con los ojos

Es el siete ojos

Es el cien mil ojos

El gran mirón

como un botón marrón,

y otro botón.

El ojo de la cerradura

Por el que se ve la pintura.

El que te abre bien los ojos

Cuando te muerde con los ojos.

El ojo de la aguja

Que solo ensarta cuando dibuja. El que te clava los ojos

En un abrir y cerrar de ojos.

Pero Picasso en plena exaltación óptica, con el alma a flor de piel, llega a pensar que ”se debería sacar los ojos a los pintores, como se hace con los canarios, para que canten mejor”

Esta idea no va a favor de la plástica, sino en una sublimación del sentimiento de amor.

Esto es advertido de un modo negativo, por parte de un colega, pero a Picasso parece no afectarle.

A Max Jacob le escribe desde Barcelona:”los artistas de aquí, piensan que en mis cuadros hay demasiada alma y poca forma: es muy gracioso”.

El ciego ha perseguido a Picasso como una sombra, y es verdad que el amor es ciego



...Y tenía corazón (Simonet)


"Anatomía del corazón" más conocida como "¡Y tenía corazón!" del pintor Enrique Simonet y Lombardo.

Este cuadro se ha reproducido profusamente en Alemania y en España, desde hace muchos años

De Simonet injustamente olvidado, existen pocos datos. Nacido en Valencia de padres Malagueños, inicia estudios de Bellas Artes en su cuidad natal y posteriormente en Málaga.

“La anatomía del corazón” es obra que Simonet envía en 1890 como pensionado en Roma, ciñéndose al tema del desnudo, que debía realizarse en aquel año. La critica moderna interpreta el realismo de Simonet, en este lienzo, como un virtuosismo gélido, desvinculado de la tradición del tema y hasta se citan nombres, entre ellos el de Freuerbach, como posible inspirador.

Descuidando al igual que Goya cuando pinta El Cristo crucificado, las consideraciones científicas, y su única intención es pintar un desnudo dentro de las normas académicas más rigurosas.

Podemos ver una piel fina, tersa y limpia en la enferma, sin acuse de traumatismo de la reciente operación, sin apenas manchas de sangre en los paños blanquísimos.

El profesor, lentes de pinza, barba blanca y levita, sostiene en la mano el corazón recién extraído y tiene su mirada fija en El.

Pero, no con actitud científica de cirujano, sino queriendo representar, tal vez, un patetismo.

Por todo instrumento quirúrgico aparecen , sobre la mesa, dos cuchillos como de cocina, una esponja y un lebrillo con agua.

El aspecto del profesor es más bien germánico, su levita no corresponde enteramente al momento representado, ya que si por aquel tiempo no estaba generalizado el uso de la bata blanca, la naturaleza de la intervención, muy dura para un anciano, no permite ser realizada con una levita puesta. Tengamos en cuenta que este tipo de intervención, se hace necesario un delantal al menos