El término de genio ya no es favorito entre los académicos, Pero sigue siendo bastante popular tal vez algo machacado. Tenemos necesidad de genio, aunque nos produzca incomodidad o tal vez envidia. Posiblemente anhelamos lo trascendental, lo extraordinario. Pero esta herencia común nos abandona con lentitud y creo que nunca eternamente. Todos sabemos la diferencia entre talento y genio .El talento era el dinero que sin importar cuan grande fuese, era ilimitado. Pero Genio, incluso en sus orígenes lingüísticos, no tiene límites.
”Es una fuente en la cual hay más detrás que lo que emana de ella”
Se supone que cada uno de nosotros puede localizar en si mismo lo que es mejor ¿Pero como encontramos lo más antiguo? ¿Dónde empieza el yo?
Nuestro reconocimiento del genio siempre es retrospectivo ¿pero en que momento se reconoce el genio a sí mismo por primera vez?
La respuesta antigua es que hay un dios en nuestro interior y el dios habla. La definición materialista de genio es imposible, esta es la razón por la que la idea de genio está tan desacreditada en la época de predominio materialista.
El genio invoca lo trascendental y lo extraordinario y es plenamente consciente de ello.
Es la conciencia lo que define el genio. El genio autentico tiene la cualidad de absorbernos. Absorber, atraer toda nuestra atención e interés, consumir enteramente
Que es lo que se aprecia en el genio? Todo esta en nuestro interior, son verdades que estan desde siempre, es Dios el que desde nuestro interior responde al Dios del exterior.
“Al ser tocada por lo verdaderamente sublime, el alma se exalta naturalmente, se eleva hasta la orgullosa altura, se llena de jubilo y jactancia, como si ella misma hubiese creado esta cosa al oído”.
Tal vez no este de moda, lo trascendental, lo divino. Pero creo que todos tenemos la esperanza de encontrarnos con lago extraordinario.
No sabemos por qué ni como es posible el genio, sólo que ha existido y que quizas, cada vez menos sigue apareciendo, muchos son los impostores que dicen que el genio es un mito.
El romano antiguo presenta una ofrenda a su genios el día de su cumpleaños dedicándole ese día al dios de la naturaleza humana, como llamaba el poeta Horacio al espíritu tutelar de cada persona. Nuestra costumbre de la tarta de cumpleaños desciende directamente de esta ofrenda. Cuando encendamos las velas, haríamos bien en recordar qué es lo que celebramos.
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